Llegó noviembre, y con él recupero mis bufandas: suaves, esponjosas, peludas, multicolores, largas, tipo cuello, de dos vueltas, con un nudo, ...
No me importa de qué textura ni de qué forma, todas me gustan, acompañando desde un traje a unos vaqueros.
Mediado ya el otoño, ¿cómo resistirse a su recibimiento de brazos abiertos que se enroscan alrededor del cuello?
Yo, simplemente, no puedo.